lunes, 22 de noviembre de 2010

“Cuando el silencio se fuga” .


La escena que voy a contarles hoy, se enmarcará cercana a la fotografía entregada en la tarea anterior. Intentará describir sensaciones contradicciones, angustias, miedos propios de mi persona como alumna en el momento de rendir un examen final.  Y debido a que será la misma persona la que relata y protagoniza el escrito, se recomienda leer el escrito con el mismo tono de voz que nos escuchamos cuando leemos algo para nosotros mismos, que paradójicamente, no es precisamente el mismo tono de voz que escuchamos cuando la ponemos en ejercicio para comunicarnos con otros.
El espacio en que se describirá el relato se enmarca en la segunda semana del mes de Diciembre y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Nacional, la cual se encuentra conmocionada por la última mesa de exámenes que se toman en el año. Todo cambia en la facultad en momentos de exámenes… la brisa como las personas parecen ocupar otro lugar en el espacio y el tiempo. Por momentos se ven algunas personas circulando por los pasillos, se escuchan murmullos de alumnos próximos a rendir en apariencia, pero los mismos sólo pasan, deben pertenecer a otras carreras o a otros años de la misma carrera que yo curso. Este turno de mesas, es un turno bastante especial, si bien son las últimas mesas del año, este turno se llena de montones de otras cargas emotivas, que exceden el simple hecho de rendir un examen final. Estas emociones se relacionan con los futuros balances del año académico, el modo en que emprenderé viaje para visitar a mis padres luego de todo el año sin verlos, mis vacaciones reales o no vacaciones durante el mes de Enero- Febrero y los primeros calorcitos de Diciembre que en el desierto mendocino suelen comenzar a pesar.
Luego de subir las escaleras al primer piso, me encuentro con las listas de alumnos a rendir, materia y aula en que se llevarán a cabo los mismos. El número de inscriptos supera el número esperado, los primeros pasos de arañas comienzan a sentirse en medio de mi estomago. Me dirijo al Aula 18 Sur en que tomaran el examen, 4 años en esta facultad y todavía no estoy segura de donde es el Norte y donde es el Sur. Cuando me voy aproximando al aula reconozco algunas caras conocidas. Saludo a las personas que se encuentran allí.  
El aula tiene las dos puertas de acceso abiertas. Es un aula con mucha luz, circula una brisa fresca. Entre las dos puertas se encuentra ubicado un banco largo, parte de éste esta ocupado.  Frente a este banco hay otro que presenta las mismas características, en este segundo hay lugar. Me dispongo en sentarme en él pero me pone muy nerviosa el murmullo de las personas que esperan rendir. El tono de voz de las mismas esta como acelerado, hablan fuerte y preguntan continuamente temas que de seguro van a tomar ya que se los dijo una fulanita de tal. Me quedo en el medio de los bancos pensando en donde ubicarme y veo las escaleras de salida del edificio desocupadas, instantáneamente pienso que ese es el mejor lugar para sentarme, parecen ser un lugar un poco más tranquilo, al menos despoblado por el momento.
Intento pensar para mí que todo tiene que estar bien, que hice todo lo que podía hacer, que estudie mucho, abro la carpeta de apuntes, ya que aún me quedan unos minutos. Pero, paso siguiente, un baño de nervios me invade el cuerpo entero, siento que no sé nada, que no podré repetir ningún concepto como las profesoras deseen. Sé que para aprobar esta materia tengo que saber: dos conceptos de comunidad de memoria; dos conceptos de la metodología de abordaje comunitario, cada uno con sus respectivos pasos; dos nociones de grupo por los diferentes autores; qué es una red, más allá de que cada uno de ellos no fueron temas desarrollados muy ni discutidos en clase. Además las prácticas fueron bastante conflictivas, voy a tener que mediar con lo que decir y lo que no… siento que se me mezcla todo con todo. Seguro me toma examen la profesora que fue supervisora académica de mis prácticas e imagino que tomará el examen con Rosita ya que con las otras dos docentes de la cátedra no se hablan. ¿Cómo voy a  repetir un concepto de comunidad que ni ellas me pudieron explicar en consulta la semana anterior?... voy a volver a leerlos…
Todo se vuelve a mezclar con todo, me siento nerviosa, cierro la carpeta respiro hondo, pienso que todo tiene que estar bien. Me digo a mi misma que debo estar tranquila, que he estudiado mucho, intento pensar en que todo tiene que estar bien, que hice todo lo que podía hacer, que estudie mucho, pero en cuanto levanto la vista me da una puntada espantosa en la panza, dos de las profesoras se aproximan, ya es hora, la mesa esta por comenzar.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Poly, mi hermana menor

Poly, arrancò el dìa con la pata Izquierda. Se habìa quedado algo dormida y su entravista de trabajo no iba a esperar. Rapidamente preparò el cafè, inmediatamente despuès de una ducha relativamente frìa, se dispuso a tomarlo. Pero luego del segundo sorbo, advirtiò que una mosca nadaba suicida en la superficie de la taza.
Se dispuso a preparar el folio de recomendaciones y camino 30 metro a la parada del metro que la dejarìa en 40 minutos a 8 cuadras del lugar en que habìa sido citado. Se propuso conscientemente a no dar mayor trascendencia a los incidentes ocurridos y tomo el metro, luego de unos minutos de espera.
Ya en el interior del mismo, se ubico en el ùnico asiento vacìo a primera vista y recordò en voz alta para ella, las recomendaciones minuciosas que le habia dado la hermana de la amiga de su tia con respecto a lo que debia decir y dibujar para el test psicològico que le iban a efectuar.

A saber: si dibujaba a un hombre bajo la lluvia, que serìan los problemas, QUE NO LO TOQUEN; si dibujaba una casa que no tubiera chimenea, ni caminos extramadamente curvos; si se trataba de la constituciòn familiar,que la madre no fuera màs alta que ella, asì en los hechos la realidad fisico-biologica ameritara lo contrario; si se trataba de suelo, que hiciera una lìnea continua... nada de querer andar borrando o re dibujando sobre lo ya hecho.

Una vez terminado el repaso, recordo que tenìa sed y sacò su botella de soda que habia colocado en el lateral izquierdo del bolso de mano, pero justo en el momento de destaparla, una fuerza descomunal tomò posesiòn de la tapa, golpeando (ual si fuera un bife o trompada) sobre el labio inferior de su compañero de asiento, que devolviò con un golpe de mano la agresiòn que la dueña de la botella aparentemente voluntaria, le habia causado.
Poly no sabia como irse en disculpas al señor, que con cara larga y cejas en V ubicado a su lado.. resongaba.
Ella bajo la cabeza, y hasta el momento de bajar del metro no volviò a mirarlo.
Descendiò del metro pensando en si algo màs ocurrirìa, en sì alguien màs en el mundo algo similiar habia experienado.
Llegò al cafè de la cita, y en pos de espera de la entrevista, abriò la agenda corroborando fechas, matando los ùltimos minutos. Momento en que advirtiò el dìa que transcurria. El dìa en que.. el dìa. Su entrevista de trabajo no era para ese hoy, sino para el pròximo Martes.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo



En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen.
Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y
desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados
En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.
Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.
Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.